El pasado 15 de febrero, el directorio del Conicet resolvió, en forma inconsulta con la comunidad científica, un recorte en el llamado a concurso para ingresar a la Carrera de Investigación del 2018, donde sólo habrá 450 vacantes, reduciendo drásticamente la cantidad de becarios y repitiendo la tendencia manifestada en el 2016.
Es decepcionante ver que, en el marco de los reclamos por el cumplimiento del ingreso de los becarios excluidos de la Carrera de Investigación del año 2016, se repite el mismo procedimiento de reducción del plantel científico, ignorando los reclamos que dieron origen al acuerdo firmado.
El tratamiento que el Gobierno Nacional genera tanto en este acuerdo, como en el relacionado a la cláusula de revisión de la inflación en la paritaria de los docentes universitarios, marca una preocupante tendencia de firmar acuerdos que a posteriori no se cumplen. Y no sólo eso, sino que esos acuerdos que no se cumplen no son objeto de nuevos tratamientos para poder superar la incapacidad manifiesta en su falta de cumplimiento. Esta actitud reiterada rompe con la lógica de los acuerdos generados democráticamente entre dos partes, que por su propia esencia y espíritu, quienes participan se comprometen en cumplir lo pactado. Es como dejar la cáscara vacía, sin la intención de cumplirlo efectivamente. Parecería ser que los acuerdos escritos y firmados comienzan a funcionar desde esta lógica como una táctica dilatoria para ganar tiempo y debilitar y cansar a la contraparte.