Según un detallado informe del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), está aumentando, prácticamente en forma exponencial, la deuda externa de nuestro país. En números redondos, de los casi 40 mil millones de dólares planteados en el presupuesto para todo el 2017, en los dos primeros meses, o sea en enero y febrero de este año, ya se contrajo una deuda en dólares de aproximadamente 25 mil millones.
Todo esto, no para generar una inversión productiva, sino para solventar los gastos corrientes y fundamentalmente, para pagar la nueva deuda externa, que empieza a pesar, obviamente de modo negativo, en el presupuesto de nuestra nación.
Si sumamos esta nueva deuda con los más de 50 mil millones contraídos durante el 2016, llevamos sumados 77 mil millones de dólares ¡en deuda nueva! Todo para la bicicleta financiera, ya que en el año pasado fugaron más de 25 mil millones de dólares de nuestro país! ¡Es decir, otra vez sopa!
Éste es el escenario de una tormenta perfecta que se complementa con la facilitación de una extraordinaria rentabilidad a puntuales enclaves corporativos concentrados, mientras se aplasta a la incipiente producción nacional y se achica a rajatabla el mercado interno, usando como variable de ajuste a los ingresos de los trabajadores.
¿Se acuerdan cuando éramos los mejores alumnos del FMI?
Estamos volviendo a lo mismo.
Sólo que esta vez, a pasos agigantados.